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13 de abril de 2011

¿En qué nos hemos convertido?

"¿Pero qué me pasa? Me queda comida y no me la quiero comer... ¡Me he convertido en el tipo de persona que siempre odié!"
Homer Simpson

Llevo días dándole vueltas en la cabeza a ciertos conceptos, asuntos y trivialidades de esos que nos gustan tantos a los roleros, ya sabes, los que hablan de futuras generaciones, del estado de la afición y, por encima de todo, de ese término tan ambigüo que es el meta-rol -que, por cierto, sería un nombre cojonudo para un medicamento contra el frikismo-. Y, la verdad sea dicha, hay días en los que me gustaría bajarme del autobús en marcha, pero como siempre anda lleno de amigos, pues lo dejas para otra ocasión mejor.

Todo empezó en Sevilla, hace ya varios días, en concreto cuando volví a escuchar la tan conocida cancioncilla sobre las futuras generaciones de roleros, esos pobrecitos que solo saben jugar a la Play3, leer Crepúsculo, ver películas en 3D y que, haciendo una incursión extrema en este nuestro mundo, igual hasta juegan a Magic o a algún que otro juego de tablero; una generación perdida, sentenciamos con la ley en la mano, a los que tenemos que abrir los ojos, pues si no es por nosotros, roleros de pro, nadie se los va a abrir nunca. Y lo curioso es que, me temo, a ellos les importa un carajo de diez caras lo que nosotros queramos hacerles ver o les queramos enseñar. O al menos, a la gran mayoría de ellos. Hacen exactamente lo mismo que nosotros a su edad con distintas herramientas, pues son las que se han generado en su entorno; y cuidado, que pueden ser incluso mejores que las que teníamos nosotros, como los videojuegos tan geniales que esa nueva generación devora, o tan superficiales como los que nosotros conocimos, pues en muchos aspectos Stephanie Meyer no tiene nada que envidiar -y viceversa- a Margaret Weiss y a Tracy Hickman. Y son ellos solitos, los dueños de la generación futura, si quieren y lo desean, los que deberán darse cuenta o no de lo que se están perdiendo, si es que de verdad se están perdiendo algo.

A su edad, los que ahora peinamos canas y pagamos hipotecas, habíamos conocido el rol probablemente porque nos tocaba conocerlo o porque no teníamos otras herramientas de ocio que nos llamaran más la atención, y tras muchos años de partidas queremos salvar a los que están por venir utilizando los dados como si fuera un nuevo maná sin caer en la cuenta que, posiblemente, ellos sólo vean en nosotros a unos perfectos carrozas que se juntan de vez en cuando para echarse unas risas delante de una pizarra veleda. Exactamente igual que yo veía a finales de los 80 a personas de treinta y tantos visitando tiendas de modelismo o coleccionando soldados de plomo.

¿Qué podemos hacer? Nada y todo.

Nada en lo referente a volcar toda nuestra afición y energía en intentar convencer a los más jóvenes de que esto es tremendamente divertido. Y todo en lo referente a seguir disfrutando nosotros de una afición que nos encanta porque es tremendamente divertida.

Estoy convencido que las nuevas generaciones no se acercaran de manera masiva a este mundo, al menos mientras el mundo del rol no lleve a cabo unos profundos cambios en su propia esencia, cambios que a buen seguro no nos gustaran a los que llevamos tirando dados desde que Gigax decidió dejarse barba, pues los pequeños pasos que han tomado gigantes de la industria (si, hablo de la 4ª edición) no parecen haber gustado demasiado al aficionado consagrado, aunque existen otras formas y otras maneras que se han acercado un poquito más (Dragon Age RPG puede ser un perfecto ejemplo, aunque no lo sé, pues no lo he leído, solo lo he jugado en el PC...).

¿Alguien ha dicho futuro del rol...?
Si eso no ocurriera, sólo le veo dos salidas a los juegos de rol: o terminarán convirtiéndose en un desecho de una generación pasada que sólo saldrá a la luz en viejas retrospecciones pseudohistóricas (imaginaté una colección de trenes de chapa pero con juegos de rol), o se transformarán en una torre de márfil a la que sólo es posible acceder tras una ardua y peligrosa iniciación (como los masones, pero con dados de veinte caras).

Todo lo anterior, sobre lo que medité viniendo en el tren -es lo que tiene no disponer en ese momento de un buen libro o de la PSP-, me lleva a la conclusión final de que los jugadores de rol que quedamos y los que vendrán (siempre terminan viniendo, sean muchos o pocos) deberíamos seguir disfrutando de lo poco o mucho que nos dejen disfrutar, preocupándonos más de preparar nuestras partidas, escribir nuestras historias y compartir lo que nos deje la Ley Sinde y nuestra consciencia, que jugar a ese juego de rol tan reciente en que cuarenta blogueros, treinta micro/macro editoriales, veinte organizadores de jornadas, treinta y tres asociaciones y un par de francotiradores apostados malgastan todas sus energías en decidir el futuro y el presente del mundillo en pleno deathmatch desaforado. Y no creo que ese sea el camino, pues conduce a que la mayor parte de los jugadores busquen lo que no encuentran en la nostalgia de tiempos pasados (¿o qué pensabas que era la old school gaming?) o en la sustitución de una afición por otra.

El último debate rolero puede acabar perfectamente así...
Para evitarlo: juega, juega y juega. Con tus amigos, con quien te encuentres en unas jornadas, con editores, con blogueros, con asociaciones... No hay rencilla que aguante una partida de rol, y estoy seguro que, como yo, habeis encontrado a muchos de vuestros mejores amigos compartiendo una pizarra veleda y unas mugrientas hojas de personaje. Y no hay mayor placer para disfrutar lo que uno hace que disfrutando lo que hacen los demás.

Juega y deja jugar. No te conviertas en el tipo de persona que siempre odiaste ser...

5 de abril de 2011

Aquelarre en la Alameda

"Soledad de rezo y gemíos,
campanillas, trinos, la pena...
Soleá ebria de poderío,
aromas de jazmín y azucena..."
Alameda (Aires de la Alameda)

Como ya saben muchos de lo que leen esto, este fin de semana el humilde escriba que emborrona este artículo fue invitado por la Asociación de El Dirigible para acudir a las VIII Jornadas de Rol y Estrategia de Sevilla, y bueno, allí que me fuí, como otros años, a disfrutar de los amigos y la grata compañía, aunque esta vez tenía cierto aliciente que hacía el viaje cuanto menos especial.

En primer plano, Aquelarre. Al fondo, la Procesión de los Sacos por la Alameda...
Aquelarre Sevillano

Pues si, por fin, tras una larga espera -ampliada en algunos días por Manu Sueiro, que quería vernos la carita a los autores cuando nos lo entregara en mano- por fin tuve ante mí ese tomaco impresionante que difícilmente yo había creído que llegaría a existir cuando Ricard me cameló para que le ayudara hace ya cuatro años. Pero sí, no había que pellizcarse: el peso del manual me gritaba que era cierto, que era real, que estaba delante de mi y que había llegado al mundo tras una larga concepción, un embarazo accidentado y un parto difícil, pero que con la ayuda de casi doscientos parturientos-mecenas se le había dado un fuerte manotazo en el culo y ahora la criatura empezaba a berrear...

Tras la incredulidad inicial fueron llegando otras sensaciones: el intenso olor a libro nuevo, el colorido de las ilustraciones, los párrafos que ya no recordaba haber escrito (y que ya no puedo sentir como míos, sino como nuestros, de todos los Directores de Juego que pensamos utilizarlo), el sonido de los dados demoníacos al rodar sobre la mesa, la sonrisa de Ricard mientras me observaba leerlo al tiempo que pensaba (estoy seguro) "ahora ya sabes lo que se siente", el abrazo de Bea al ver su dedicatoria, la cara de Tadevs mientras lo ojeaba, la sonrisa de suficiencia de Manu Sueiro complacido de ver como llaman guapo a su hijo (tan suyo como nuestro)... Es difícil de precisar el sentimiento general: quizás un padre (no lo sé, pues no lo soy) sienta algo así al ver a su hijo, aunque imagino que multiplicado por diez...

La presentación: Manuel Magno presenta a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis...
Al día siguiente, ya con la certeza indiscutible de la existencia del libro, nos reunimos algunos de sus padres (aunque faltaban muchos, tantos como colaboradores, tantos como mecenas) para presentar en sociedad al recién nacido: para hablar de su futuro, de su creación, de las dificultades, de las alegrías... Fue una charla intensa y larga, en la que yo mismo descubrí cosas que ni siquiera sabía (¿sabíais lo que cuesta sacar una edición como esa? Yo ahora sí...) y en la que respondimos todas aquellas preguntas que se nos hicieron. Durante algunos minutos tuve una intensa sensación de dejavú al acordarme que fue precisamente allí, tres años antes, en 2008, cuando hablamos de como marchaba el proyecto del nuevo Aquelarre, y que fue también allí un año antes, en Sevilla, en la Alameda, donde Ricard, Manu Sueiro y Alex Werden se reunieron para iniciar el camino que nos ha traido al mismo lugar. Por un momento, ante tanta coincidencia sevillana, temí que el libro empezará a pedir una manzanilla, pero no fue el caso.

Ahora son muchos los que han comenzado a reseñar el manual (entre otros Erekibeon, Mario Grande, Lord Tzimisce o el Club de Rol Thalarion), aunque sé que, por ahora, las alabanzas recaen en los hombros de Manu Sueiro, Iván Sánchez, Jaime García Mendoza y Borja Pindado, que son los que han logrado convertir nuestros textos en su libro, y a ellos debemos ese aspecto estupendo, esa maravilla de portada (sea la que sea, las dos son una maravilla) y esa exquisita maquetación, pues son los responsables de la edición, de la maquetación y de la ilustración de esta obra de arte rolero que, tal y como dije en la presentación, marcará un antes y un después en la publicación de juegos de rol en España, pues demuestra como es posible publicar aquí juegos como si fueran de allí (y todos sabemos donde está allí y a lo que juegan...). Luego, poco a poco, con el tiempo, ya llegará el momento de que tanto Ricard como yo recibamos las críticas o alabanzas que nos tengamos que llevar, pues a la contemplación del manual le sigue, en la mayor parte de los casos, su lectura atenta y el implacable juez que supone la mesa de juego, que pone a todos en su sitio. Y entonces espero, de verdad que sí, que nuestras palabras hayan sido dignas de tamaña responsabilidad.

Nuestra azafata les muestra una nada original comparación entre Aquelarre y Pathfinder...

Sevilla tiene un rol especial

Pero dejémonos de autocomplaciencia, demonios, que no solo hubo Aquelarres en Sevilla, sino mucho más, muchísimo más, y aunque seguro que me dejo algo en el tintero (y que me perdonen a los que olvido), intentaré ordenar un poco mis recuerdos.

Tras un infernal y caluroso viaje en tren, seguido de un obligado viaje automobilístico por media Sevilla gracias al Ayuntamiento y la Concejalía de Obras Públicas y una visita rápida a nuestro hotel -por cierto: la localización no podía ser más que acertada, pues la plaza de San Andrés es una pequeña maravilla que desconocía y que me recuerda que no solo sigo en Sevilla sino que estoy a apenas una hora de casa.; felicidades a los del Dirigible, de verdad-, pues eso, que tras dejar los bartulos en el hotel, visitamos la Alameda donde, tras la entrega del Aquelarre de rigor y de charlar sobre el futuro del niño, pude visitar los stands acompañado de Tadevs y de milady Irenia de Nur. En apenas unos minutos, ya tenía en mis manos el Dogfight y el Gañanes (si llevo jugando al Mutantes veinte años, creo que conozco un poco a los de Ludotecnia, en especial al señor J&F Garzón, autor del segundo juego mencionado). También saludé a los chicos de Yggdrasil (Fede, Lorena, Inma...), a los de Yamato, a los de Holocubierta, conocí a los de la Marca de la Este, y tras escuchar un estupendo concierto de música medieval (al menos lo que me dejó el calor) y comerme un serranito sevillano de pollo (hacía un año que no lo hacía), me fui a la cama con una sonrisa de oreja a oreja...

Al día siguiente, ya con la parienta, los amigos y el sobrino junto a mí, tuvimos presentación de manual demoníaco-medieval, pero también conocí tras diez años de amistad y charlas al ínclito Pedro Nieto (autor de Ad Intra Mare, Codex Inquisitoris y del futuro Omertá), obispo Diego de Deza por mejor nombre y uno de los más activos colaboradores de la tercera edición de "ya sabeis que juego". Durante la tarde nos hicimos Tadevs y yo un hueco en una partida de Aventuras en la Marca del Este, en la que no podré olvidar la cara de Salva Fiztan cuando saqué el flipmat de Paizo en la que estaba ya pintado el mapa de la misma torre en la que estabámos jugando (recordad niños: borrad cuando termineis vuestras partidas, que luego, si quereis volverlas a jugar, os pillarán rápidamente...). Y aunque nunca me enteré muy bien que era el "licor de leche de un color" (¿o era "licor de liche de ungoloth"?), me dio igual porque me lo pasé de miedo (quizás demasiado: mi personaje quedó el último tras las votaciones del resto de sus compañeros...).

En un mismo lugar Pedro J, Manuel Sueiro, Steinkel y Kane (y abajo
Esa noche cenamos (profusamente en mi caso, todo he de decirlo, y de nuevo serranitos: yo no aprendo) Ricard Ibáñez, Tadevs, los chicos de Yggdrasil y los de Holocubierta (¿o eran Radio Telperion? No sé, siempre los confundo), al tiempo que hablabamos sobre lo divino y lo humano: Fede me habló sobre un mundo que yo conocía (o quizás que no quería conocer), comenté con Holocubierta un determinado proyecto (no diré nada: está todavía muy verde) y andamos más que condenados, de un lugar a otro en busca de refugio y cena. Luego todos se fueron de farra aunque yo, acompañado de Tadevs Samsagaz -anfitrión hasta la médula-, me marché pronto al hotel: como decía aquella vieja banda, Video, la noche no es para mi...

Al día siguiente, con cielo encapotado y amenazando lluvia, nos reunimos con otros viejos amigos de antiguas jornadas, los chicos del Club de Rol Edoras, extremeños y frikis como ellos solos, con quien compartimos un Bang! además de un café (y asistimos incrédulos a la fascinación que siente Kiko, uno de sus miembros, por los personajes de lengua cortada en Aquelarre; o quizás soy yo el que la siente, no lo sé...). También estuvimos de tapitas con aficionados a Aquelarre, y aunque nos cayó lo más grande, pues la amenaza de lluvia se convirtió en realidad, hablamos mucho y casi de todo, aunque he de reconocer que de lo que menos hablamos fue de rol... Los frikis somos así: inconstantes.

Durante la tarde ya me vi obligado a abandonar Sevilla, aunque me acompañó el frikismo hasta la misma puerta de la estación de Santa Justa, pues el taxista era un viejo rolero que me comentó que había dejado de jugar hacia ya algún tiempo, aunque tenía todavía guardada en un armario "una caja roja con la que yo jugaba a rol...". Parece ser, roleros sevillanos, que hay gente que aún no sabe lo que tiene en el armario...

Fede, Ricard y Tadevs: como dijo este último, la Sagrada Trilogia del Rol (la Asociación, el Autor y el Aficionado)...
Así que tras esta crónica desmemoriada y caótica, me gustaría acabar dandole las gracias a Manuel Magno, por ser tan buen anfitrión y por volver a invitarme, a Tadevs, por ser mi Samsagaz particular (sé que aunque Verónica no te lo hubiera pedido, tú lo habrías hecho igual), a Ricard por seguir siendo mi amigo aunque nos veamos de higos a brevas (o de Sevilla a Mollina, más bien), a Fede porque creo que nos entendemos y sabemos cuando hablamos de verdad y cuando no (no olvidaré tus consejos), a Manu Sueiro por parir un niño tan bonito, a los chicos de la Marca porque sois roleros antes que autores y eso me encanta, a Kane por acudir en cuando pronunciabas su nombre dos veces (más eficiente que Biltelchus, que lo tenías que llamar tres veces), a Kiko y a sus Edorianos por amar el rol y por contar las historias roleras más divertidas que he oido en los últimos años, a todos los chicos del Dirigible por estar en siete mil sitios a la vez (y no volverse locos en el intento), a los que me pidieron una firma (os juro que me da más vergüenza a mí que a vosotros), y a todos aquellos que me hicieron compañía y me dieron charla y de los que nunca supe el nombre.

Gracias.